Todos los años, el primer domingo de octubre, los habitantes del pueblo se unían para celebrar el Día del Niño. Este año, habían decidido hacer un festival en el parque central.
Habia globos de colores y cintas brillantes. Los niños corrían felices ! Pero este año, los adultos también habían prometido hacer su parte para hacer de este día algo inolvidable.
Entre ellos estaba Clara, una maestra jubilada que siempre había creído en el poder de la imaginación. Clara había traído un enorme libro de cuentos, lleno de historias que siempre leía a sus alumnos. Decidió que era el momento perfecto para compartir esos relatos y recordar a todos que, sin importar la edad, siempre se lleva un niño dentro.
Mientras los niños se sentaban alrededor de ella, Clara comenzó a contar la historia de un pequeño dragón llamado que soñaba con volar alto en el cielo. A medida que narraba las aventuras del dragón, los ojos de los pequeños brillaban con asombro, y algunos incluso se atrevieron a hacer ruidos de dragón. Fue un momento de pura conexión, donde el tiempo parecía detenerse y la magia de la infancia llenaba el aire.
Mientras tanto, la mamá de Sofía, una niña con trenzas y una risa contagiosa, había preparado una mesa llena de comida. Al ver a su madre trabajando con tanto esmero, Sofía comprendió que el amor y la dedicación en cada detalle son lo que hacen especial un día como este.
A medida que avanzaba la tarde, el parque se llenaba de risas y de una energía contagiosa. Se compartieron historias, se pintaron murales y se disfrutaron deliciosos dulces, todo en un ambiente de alegría y complicidad.
Cuando el sol comenzó a ponerse todos los adultos se reunieron para un último abrazo colectivo con los niños. En ese instante, cada uno de ellos se sintió como un niño nuevamente, recordando la importancia de la imaginación, la creatividad y el amor.
El Día del Niño no solo es una celebración para los más pequeños, sino también un recordatorio que, sin importar la edad, siempre debemos cultivar ese niño interior, hacer lo que esté en nuestras manos con amor y, sobre todo, nunca dejar de soñar.
¡ El vuelo continua !